
¿Quieres ser sano?
Estimados hermanos en Cristo:
El 12 de octubre del año 1492, un grupo de hombres provenientes del continente europeo, encabezados por el explorador y navegante Cristóbal Colón, llegó a la isla Guanahani, a la que llamó «San Salvador» sin saber que su viaje había sido guiado por la providencia para bendición de muchos en el futuro. ¿Cómo justificó esta afirmación? Consideremos los siguientes hechos que se darían con el pasar el tiempo:
Solo sesenta y tres años después del primer contacto con este riquísimo continente, en el año 1555, una colonia hugonote fue establecida en una isla de Bahía de Río de Janeiro. Esta colonia fue patrocinada por el almirante Gaspar de Coligny y apoyada por Juan Calvino. Existió hasta 1567.
Sesenta y nueve años mas tarde, en 1624, los holandeses se asentaron en Brasil en la región de Bahía y, en 1630, en Pernambuco, ellos fundaron una colonia con lo que se estableció la iglesia reformada, que comenzó una obra misionera entre los nativos. Lamentablemente, en 1654, los portugueses reconquistaron esas regiones, terminando con la colonia protestante.
Y podríamos continuar hablando, por ejemplo, de los hermanos moravos, quienes se caracterizaron por su celo misionero durante el siglo XVIII, el cual involucró a América, destacando al Caribe y Surinam.
Con estos y otros ejemplos podemos ver que la semilla del Evangelio, con el pasar del tiempo, fue sembrada por cristianos piadosos que fueron arribando a estas tierras dando a sus habitantes paganos la posibilidad de saber de Cristo, de su amor y de su salvación; amor y salvación que también los involucra a ellos.
Es historia conocida cómo este continente fue refugio, desde el año 1620, para la iglesia perseguida en Europa siendo el destino de los llamados «padres peregrinos» de origen puritano calvinista.
Luego, es imposible no ver la poderosa labor de evangelización y misiones que, con el pasar del tiempo, se expandió desde estas tierras a mundos alejados y perdidos.
Por último, agradezcamos por nuestra propia experiencia con Cristo en algún lugar de estas fructíferas tierras que constituyen el continente americano.
Pastor Sergio Oschilewski Malinowski
Iglesia Bíblica Las Condes
Lectura Bíblica
Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.
Juan 5: 1-15
Introducción
¿Estás llegando al borde de tus fuerzas, de tus esperanzas, de tus límites o tal vez ya los sobrepasaste?
Aunque no lo puedas ver ni comprender en este momento es posible que estés a punto de alcanzar una solución inesperada.
En el evangelio de Juan, encontramos el caso de un hombre que lo había perdido todo y cuya esperanza de recuperar su salud, su dignidad, su alegría y su puesto en la sociedad, estaba esfumándose, más bien se diría que vivía y esperaba solo por «inercia». Un día, se acercó a él un hombre y, en lugar de darle un discurso o alguna luz de esperanza para el futuro, cambió su miserable vida, dándole lo que más anhelaba y mucho más.
El Evangelio no nos cuenta esta historia solo porque es bonita y llena de enseñanzas morales; nos cuenta esta historia para que entendamos que en ella estamos, o estuvimos, reflejados todos nosotros y que un milagro tan radical como el que se nos relata ahí puede ocurrir hoy en tu vida.
Al acercarnos al capítulo 5 de Juan nos encontramos con:
- Un escenario conmovedor (Juan 5: 1-4).
- Un enfermo postrado y sin esperanza (Juan 5: 5).
- Jesús le encuentra y le pregunta (Juan 5: 6).
- Una respuesta desesperanzadora (Juan 5: 7).
- Una acción inesperada (Juan 5: 8-9).
- La reacción del mundo (Juan 5: 10-13).
- Jesús completando su obra (Juan 5: 14).
- El hombre testificando (Juan 5: 15).
Conclusión
¿En qué etapa de la historia de ese hombre postrado estás tú ahora? ¿aún postrado?, ¿dialogando con Jesús?, ¿transformando sus palabras en acción? ¿o ya testificando? No lo dudes, «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.» (Hebreos 13:8), y hoy te está preguntando, al igual que ayer: «¿Quieres ser sano?» o, mejor aún: «¿Quieres ser salvo?» Depende de ti.
De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
Juan 5: 24